CORREO DEL CARONÍ
PÚBLICO & CONFIDENCIAL/Damián Prat C.
Mientras “el otro candidato” quiso emparejar -sin lograrlo- lo que Capriles hizo durante tres semanas, reuniendo multitudes, el candidato de la Unidad, ya superada aquella etapa, decidió hacer el inicio formal de su campaña presidencial con dos visitas de un extraordinario significado: reunirse con dos de las comunidades más olvidadas entre tantas que esta falsa revolución ha engañado y olvidado luego de hacer mucho “bla bla”: las comunidades indígenas de la Gran Sabana y la Guajira. El título lo tomo prestado de la agudeza de Chúo Torrealba y su Radar de los Barrios.
Fue realmente emotivo y un enorme contraste: Por un lado, el candidato “de la carroza”, haciendo uso ilegal de los dineros del pueblo pero aislado del pueblo sencillo. Acostumbrado por años a sólo aceptar a su alrededor a incondicionales (y cuando muchos reclamaban vivienda o seguridad en el canal 8 cortaban el audio). Por el otro Henrique Capriles cruzando Venezuela de punta a punta, desde la profundidad de Kumarakapay (San Francisco de Yuruaní) al pie del mítico Roraima donde miles de venezolanos de las etnias originarias padecen el olvido y son maltratados por el poder igual que las familias de mineros venezolanos. Hasta la golpeada Guajira en el extremo más occidental.
En Kumarakapay viven unas cientos de familias indígenas pero en ellas estaban simbolizados los pobres de Venezuela. Eso que siguen siendo pobres porque el actual gobierno, el que ya está de salida y le quedan 97 días, sólo reparte limosnas para que sigan siendo pobres y dependientes de ellos. Y a veces ni eso. Lo recordó Juvencio Gómez, dirigente de esa comunidad indígena: “en 14 años nunca vimos por aquí un presidente ni un candidato, pero ahora sí”.