Crónica Uno
En Venezuela, cada interrupción o bajón de electricidad evidencia que detrás del mantenimiento escaso o inexistente en el sistema eléctrico hay un vacío de talento humano, señalan especialistas. Solo en el área de transmisión se requieren por lo menos 3000 personas con capacitación para contribuir a la recuperación del servicio.
Olgalinda Pimentel
Caracas. La carencia de personal calificado le está restando energía al sistema eléctrico venezolano, sumido en la etapa más oscura de su historia centenaria. Se hace evidente, como un bajón, en las fallas por falta de mantenimiento o de destreza para maniobrar, señalan ingenieros especializados. Y en casi 20 años se ha desplazado casi a la misma velocidad a la que se han destruido la infraestructura y los megavatios.
Hace apenas cuatro años, la nómina de Corpoelec, empresa responsable del sector, registraba 53.000 trabajadores, según la última Memoria y Cuenta de 2016. Hoy se desconoce cuántos quedan, con conocimientos o no, debido a la opacidad oficial. Se calcula, sin embargo, que de esa cantidad menos de la mitad está a cargo de la operación del sistema. Y es aún más reducido el grupo capacitado para manejar la compleja producción de electricidad: la capacidad instalada de energía hidroeléctrica y termoeléctrica de aproximadamente 36.700 MW. Además, los miles de kilómetros de líneas de transmisión y subtransmisión, así como la red nacional de distribución, y las centenas de subestaciones, distribuidas por toda Venezuela.
Bajón de personal con conocimiento en el sistema eléctrico
Cada interrupción o bajón de electricidad, desde el primer gran apagón del 7 de marzo de 2019, evidencia la falta de personal con conocimiento para operar. Aquel día, tres bancos de transformación de 765 KV y 400 KV en Guri dejaron al país en la oscurana. Durante el intento de recuperación se constató que había equipamiento que no operaba, no había servicios auxiliares, y tampoco conocimiento suficiente para restablecer el sistema.
“Hay líneas que fallan permanentemente y otras que ya no están en servicio, por la falta de mantenimiento”, señala el ingeniero electricista Miguel Lara, quien gerenció por cuatro años la Oficina de Operaciones del Sistema Interconectado (Opsis), encargada de repartir a todo el país la energía generada en las centrales hidroeléctricas y termoeléctricas, a través del sistema de transmisión.
“Los dos cables sublacustres y el cable que va adosado a la estructura del puente sobre el lago de Maracaibo, y que son importantísimos para la capital zuliana, están indisponibles desde hace años. Hay líneas de 230 KV que van hacia Coro que están fuera de servicio. Las torres se caen, los conductores se desprenden, porque no tienen mantenimiento. Los equipos que pueden soportar las perturbaciones en el sistema están indisponibles, y no hay suficiente personal capaz”, añade.
Más personal, menos fallas
A pesar del vacío en el sistema eléctrico, aún quedan operadores bien entrenados. “A estos afortunadamente los han dejado en sus cargos, no los pueden sustituir de la noche a la mañana, pues se requieren años de entrenamiento. Por eso los equipos todavía medio funcionan”, advierte. Pero la falta de talento humano es notoria, alerta el ingeniero que desde la Opsis conoció durante 30 años la industria más robusta del país.
En el área de transporte de energía, por ejemplo, se requieren algo más de 3000 personas para atender los niveles de transmisión, de subtransmisión. Para la distribución la necesidad de personal es mayor. Igual ocurre en la fase clave de hidroelectricidad. Gerenciar el embalse de Guri y otras represas para evitar riesgos innecesarios requiere de precisa destreza profesional.
“La falta de conocimiento tiene gran peso en las fallas del sistema eléctrico”, ratifica Lara.
Se requiere también de un entrenamiento adecuado: “Cuando yo estaba en la Opsis, enviaron a técnicos de Cuba y de Ecuador para que los entrenáramos. Recuerdo cuando vieron el centro de control, dijeron que eso se parecía a la NASA, que mejor habláramos de los grandes peloteros, porque lo que iban a aprender aquí en Cuba no podrían aplicarlo”.
De cómo se fue perdiendo el talento
La pérdida sensible de personal preparado en el servicio eléctrico nacional comenzó en 2001, en medio de la turbulencia política y social. Desde entonces se puede entender por qué una falla que antes, una vez reportada, no tardaba una hora en ser atendida, ahora se lleva semanas, según Lara.
“El 16 de noviembre de 2001 recibimos una correspondencia del Ministerio de Energía y Minas mediante la cual se le quitó a Opsis la autoridad de operar el sistema con criterio de seguridad y confiabilidad. Implicaba que cualquier orden de racionar, desconectar carga porque era necesario, tenía que ser aprobada por ese ministerio, que carecía de capacidad para hacerlo. La Opsis perdía así su capacidad técnica y los presidentes de la industria eléctrica aceptaron sin objeción”, lamenta.
El oficio fue la reacción a una orden de Opsis de un racionamiento de carga de 200 MW por la salida de todas las unidades de Planta Centro, y el gobierno de Hugo Chávez no vio esa acción con criterio técnico, sino político. “No se debía racionar, sino mantener una carátula de que eso funcionaba bien”, a pesar de la advertencia dada por Opsis y su comité ejecutivo de que si no se recuperaba el sistema térmico de Cadafe se ponía en riesgo la generación de energía de Guri, como ocurrió después.
Así, el gobierno comenzó el proceso de sustitución del personal calificado y gerencial por personas que no tenían idoneidad para los cargos. “Allí comenzó el quiebre del recurso humano. Había gente con más de 25 años de experiencia a la que obligaron a aceptar jubilaciones”, recuerda.
El punto final en la industria de la electricidad
Luego, el Decreto-Ley N° 5330, con fecha de 31 de julio de 2007, sobre la Ley Orgánica de Reorganización del Sector Eléctrico, fusionó en la naciente Corporación Eléctrica Nacional S.A. (Corpoelec) todas las empresas que constituían la industria eléctrica, encargadas de la producción, distribución y comercialización de la electricidad. Estas fueron Edelca, Enelven, Cadafe, Enelco, Enelbar, Seneca, Eleval y la EDC, entre otras.
“Eso fue el punto final de lo que venía ocurriendo en el sector, desde 1999, cuando comenzaron a desplazar a los cuadros directivos. Esto abarcó no solo a presidentes o directores, sino también a jefes de departamento o de secciones, y empezaron a poner gente que tuviese lealtad y se identificaran ideológicamente con el proceso que se desarrollaba. Las personas que llegaron no tenían capacidad gerencial, no sabían manejar personal y aparecieron abusos y maltratos hacia el personal”, relata.
¿Un ejemplo?: “Empezaron a despedir a todo aquel que no se sometía, que no iba a las marchas, que no se ponía franela roja, y tampoco iba a los Aló, Presidente. Ya no trataban al personal como profesional, sino como ficha al servicio de la revolución. Fue grandísimo el nepotismo del que siempre se cuidaron las empresas. Eso hizo que la capacidad de ejecución, de gestionar se fuera debilitando”.
Atrás quedó la estructura meritocrática, los planes de carrera y el entrenamiento en áreas técnicas, gerenciales y administrativas, sin que la política se inmiscuyera.
Y cada vez hay más fallas
En poco tiempo, profesionales y empleados calificados nutrieron la diáspora. Mientras, buena parte se retiró debido al maltrato, a la pérdida de salario y de los beneficios contractuales. “La gente se fue porque no tenía cómo transportarse, le quitaron los comedores, todos los beneficios; la idea era controlar. Antes era distinto, al personal le daban incentivos para adquirir sus casas e incluso hasta la inicial”, refiere el ingeniero.
Desde entonces, las continuas fallas eléctricas en Venezuela están sumiendo cualquier actividad de los ciudadanos en la oscuridad.
La educación virtual en tiempos de pandemia es una de ellas. En la región occidental que abarca más de 40 % de las entidades del país, 79 % de profesores y 74 % de los universitarios no disponen de electricidad continua. La situación es similar en los estados centrales. Y casi la mitad de ambos grupos padecen cortes de luz de entre tres y seis horas cada día, señala un estudio reciente del Observatorio de Universidades sobre el servicio eléctrico.
Para los especialistas, esta es otra muestra de los efectos dramáticos que el deterioro progresivo e incontrolado del sistema causa en el tejido social.
Saber para encender la luz
Ingenieros especializados en el servicio eléctrico preocupados por la situación consideran opciones para la captación de talento humano y, en consecuencia, la recuperación del sistema.
Para solventar la carencia de recurso calificado es importante incentivar el retorno de la diáspora y de buena parte del personal jubilado con extraordinario conocimiento y en capacidad de contribuir a la recuperación del sector, apunta Lara: “Para ello se necesita tener un esquema de remuneraciones y beneficios acorde con el conocimiento, experticia y capacidades de este personal, y así se sienta atraído y motivado a ser parte de la recuperación”.
Este es uno de los puntos considerados en el plan de recuperación del sector eléctrico (Vesrp) por parte del gobierno interino, en el cual Lara trabaja con el ingeniero José Aguilar, y que le ha sido presentado a oferentes calificados en el exterior, “en capacidad de recuperar equipamiento inoperativo y deteriorado”.
También es importante formar los cuadros de relevo, y para ello las instituciones educativas nacionales e internacionales serán un soporte fundamental.
“No puede haber mantenimiento en el sistema eléctrico si falta el conocimiento. Cada línea de transmisión requiere tenerlo”, señala el ingeniero Alberto De Lima, uno de los responsables del programa de Formación del IESA, en el segmento de Sector de Electricidad. En este, 50 estudiantes, la mayoría ingenieros, desde el mes de noviembre reciben instrucción de 47 profesores de alto fogueo, cada uno en su especialidad. “Son 140 horas de pura transmisión de experiencia”, asegura De Lima.
Estima que el curso llegará a más de 1000 personas para gerenciar el servicio y “para entender por qué el servicio opera tan mal”.
“El recurso humano es decisivo, a pesar de que haya equipamiento e inversión para que el Servicio Eléctrico Nacional funcione. Eso lo demuestra un hecho particular: en 2010 le metieron recursos milmillonarios a la termoelectricidad, y ya vimos los resultados. Estamos peor que antes, aunque le activamos 13.000 MV nuevos”, dice.