Diario Panorama (Zulia)
La sureña Mercedes Vera jamás pensó que, en cuestión de segundos, viviría lo que recuerda como uno de los peores escenarios de su vida. Faltarían unos 15 minutos para las seis de la tarde del domingo 9 de junio, cuando Vera caminaba por el frente de su casa, en el sector San Felipe.
Uno que otro vistazo daba a la partida de dominó de cada fin de semana en la que participaba su esposo, Nerio Vera, junto a varios de sus amigos. De repente, una ensordecedora vibración de las guayas de alta tensión de los transformadores comenzó a opacar el resonar de las “pintas” sobre la mesa de madera.
Antes que los vecinos de Las Casitas de Madera pudieran percatarse de lo que realmente sucedía, un inmenso estallido multicolor encendió las alarmas en toda la vecindad. El estruendo aún lo recuerdan hasta los más pequeñitos, y las imágenes quedaron grabadas con gran precisión en las memorias del colectivo.
Luces celestes, amarillas y verdes se desprendían de la subestación (S/E) San Felipe, y las llamas no decrecían. Por el contrario, ardían más con cada segundo que pasaba.
La humareda comenzó a tomar cada vez más impulso: cubría el cielo y sobrepasaba la altura de los postes eléctricos, relataron los sureños.
Simultáneamente, unos diez transformadores se sobrecargaron y también colapsaron, expulsando las guayas que comunican la electricidad en el sector.
En medio del caos, los gritos de Mercedes Vera se confundían entre las exclamaciones de sus vecinos.
“Yo gritaba, no sabía lo que pasaba, pensé que se estaba acabando el mundo, que nos íbamos a morir. Entonces mi esposo me agarró por la cintura y me llevó hacia dentro de la casa, junto con los que estaban jugando dominó con él, pero yo no quería estar en la casa, ¡las llamas estaban al frente de las ventanas!”, contó Vera, quien reside en una vivienda diagonal a la S/E San Felipe.
“Todos gritaban y corrían, los niños lloraban, esto fue un caos, los transformadores estallaban también, yo salí corriendo huyendo de las llamas, que eran inmensas. Iban a dar hasta el cielo y el humo cubría todo. Terminé en casa de mi ahijado, que me vio corriendo y me dijo, ‘Madrina, quédese tranquila’, no me dejó salir de su casa”, apuntó la sexagenaria.
Desde entonces, Mercedes Vera perdió la tranquilidad. Duerme con los portones a medio cerrar y no suelta las llaves, ni para irse a la cama. Las empuña por la noche, cuando intenta buscar sueño, en caso que vuelva a repetirse el indeseable evento.
“Mija, yo no he podido dormir más. Me vienen las imágenes de lo que pasó y no puedo quedarme dormida. No descanso. Todo el tiempo estoy pendiente de si vuelve a explotar o no. Yo digo que eso tiene que ser falta de mantenimiento, si ya venía presentando fallas, ¿por qué no se toman las medidas necesarias?”, replicó la mujer, quien agregó que mudó su colchón al techo, para poder refrescarse durante la noche.
Karen González, otra residente del sector, manifestó que “no es la primera vez que nos da sustos esa subestación, hace como un mes también explotó, aunque con menor impacto. Pero antes de esta, el sábado hubo como tres intentos de estallido. Fueron tres avisos de que podría pasar. Los trabajadores de Corpoelec vinieron y estuvieron hasta como las 2:30 am del domingo controlando la situación”.
Dos noches después, llegó la solución
Luego del susto, una oscurana total cubrió múltiples zonas de San Felipe, pero también “apagó” circuitos en las urbanizaciones San Felipe y San Francisco, en La Coromoto, así como en algunas partes de Sierra Maestra.
Desde tempranas horas de la mañana de este martes, cuadrillas de Corpoelec Zulia se mantuvieron haciendo mantenimiento en la subestación y reconectando las guayas caídas.
Más tarde, el alcalde de San Francisco, Dirwings Arrieta, dijo a este medio, en horas del mediodía, que “en el transcurso de la tarde” se estaría restableciendo la distribución energética a los circuitos averiados.
Efectivamente, así fue sucediendo. Pasadas las 3:20 pm, la electricidad fue llegando progresivamente a sectores de San Felipe y zonas aledañas. Los primeros en ser reconectados fueron Las Casitas de Madera y viviendas de la avenida 40.
Arrieta destacó que por los trabajos que viene ejecutando Corpoelec y la Alcaldía estaba prevista la restitución del servicio para el lunes a las 6:00 de la tarde, pero por una “falla imprevista” en unos interruptores se retrasó la restitución.
Varias de las comunidades afectadas ya estaban bajo racionamiento eléctrico, por lo que llegaron a estar más de 54 horas sin electricidad. Otros, que contaban con el fluido energético, sufrieron la suspensión del servicio por más de 48 horas.
¿Clases?
Para los más pequeñitos, la noche del domingo fue tétrica. El descanso desapareció y fue reemplazado por constantes maniobras para defenderse de los mosquitos. La falta de agua fría causó lágrimas en más de un pequeñín, y el calor agobió a todos por igual.
Sus padres no fueron la excepción. Lucharon doblemente para buscar acomodo y darles un mínimo de confort a sus hijos. Al amanecer, las ganas de ir al colegio se habían esfumado.
Niños de educación preescolar y básica, así como jóvenes cursantes de bachillerato, se ausentaron de sus pupitres durante el pasado lunes 10 de junio y también en este martes 11-J.
Varios centros educativos se encontraban sin electricidad. Los representantes, dijeron no enviar a sus hijos a muchos de los centros educativos afectados: la unidad educativa Juan Pablo Guanipa, la escuela básica Eugenio Sánchez García, el liceo nacional Francisco Isnardi, el colegio Amenodoro Urdaneta y la institución educativa Padre Delgado, entre otros.
Unos negocios cerrados, otros sin punto de venta
El apagón fue para Kendric Caldera un “deja vu” de los eventos que iniciaron el 7 de marzo, pues recrudeció su sufrir. El evento eléctrico agotó a esta madre soltera por completo.
“Mi papá está discapacitado, sufrió un ACV y la mitad de su cuerpo no responde a sus impulsos. Tengo un hijo autista y otros dos niños más que atender. Ayer tuve que carretear agua yo sola, porque tampoco hay”, lamentó la mujer.
Además, lo más complicado ha sido comprar comida. “Me dirijo caminando con mis tres hijos hacia El Manzanillo, donde hay electricidad y funcionan más los puntos de venta. Han sido días duros, estamos viviendo al día y si no puedo hacer transferencias, ni pagar con tarjetas. ¿Cómo comemos?”, contó Caldera.
En recorrido por el municipio, eran escasos los sectores que tenían electricidad. Los puntos de venta no funcionaban en la mayoría.Los predios de Negro Primero estaban iluminados, pero varios negocios de Sierra Maestra la actividad comercial era intermitente.
En La Coromoto algunos comercios arrancaron sus plantas eléctricas para funcionar, al igual que en algunas zonas de San Francisco. Pero el temor por recuperar el combustible invertido,reducía las horas de operatividad de los establecimientos.