Efecto Cocuyo
Las fallas con los servicios públicos como la electricidad y el agua potable y la falta del crédito son dos de los grandes obstáculos que afrontan las empresas privadas venezolanas. Algunas lograron adaptarse, pero resolver estas limitaciones es clave para que el sector privado pueda volver a empujar la economía hacia el crecimiento.
“La falta de electricidad y otros servicios impactan de forma transversal a las empresas. Más de una década llevan sufriendo estos problemas. Algunas mencionan que tienen una planta o que lograron cavar pozos de agua, pero cuando se trata de las fallas de Internet, la acción individual es más difícil” explicó José Luis Saboin, economista y líder de la investigación “La empresa venezolana, situación actual, retos y oportunidades”, durante el lanzamiento virtual transmitido por YouTube.
Las empresas venezolanas pueden experimentar 10 bajas eléctricas, 6 interrupciones del servicio de agua potable y 11 caídas completas del Internet en apenas un mes. Estas fallas en los servicios se traducen, además, en una pérdida anual de cerca de 10% de sus ventas, debido al impacto en la producción de la mercancía o en las dificultades para cobrarles a sus clientes a través de los puntos de venta bancarios.
La electricidad que empezó a presentar fallas nacionales entre los años 2008 y 2009 continúa como la principal preocupación para el sector privado. 84% de las firmas encuestadas mencionan que sufren, por lo menos, un bajón o una interrupción eléctrica al mes, mientras que 44% de las empresas privadas sufre los cortes del agua potable en el mismo período.
La precariedad de la electricidad aleja a Venezuela de las condiciones en el resto de América Latina. Al punto que países como El Salvador, Honduras, Guatemala o Nicaragua que ahora tienen un Producto Interno Bruto (PIB) similar al venezolano, también ofrecen mejores servicios públicos para sus empresas privadas.
Empresas de larga trayectoria
El reporte hecho por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Instituto de Estudios Superiores de Administración (Iesa) revela la forma en que el entorno afectó a las empresas venezolanas durante la caída de cerca de 70% del PIB venezolano. Aunque también da luces sobre los procesos de adaptación e innovación que hizo el sector privado para mantenerse en pie.
“El sector privado va a ser fundamental para la reconstrucción del país y por eso, es importante que sepamos su situación real. Desde que empezamos el trabajo pudimos entender el panorama, porque 25% de las empresas que contactamos nos dijeron que habían cerrado” detalló Tomás Bermúdez, gerente del departamento de países andinos del BID, durante la presentación virtual.
Se contactaron a 2.849 empresas privadas gracias a la ayuda de Fedecámaras, Conindustria, Consecomercio y otros gremios, cuando se empezó la fase de campo en el año 2019. Al final, el informe se construyó con las respuestas de solo 263 firmas venezolanas, dado que el resto nunca respondió, se negó a entregar información, estaban cerradas o sus actividades se suspendieron por completo debido a la pandemia del COVID-19.
“La edad promedio de la empresa venezolana es de 37 años. Es longeva y hay poco nuevos emprendedores. La tasa de creación de nuevas empresas es bastante baja y los que están conocen muy bien el terreno, conocen bien la cancha” apuntó el economista Saboin, sobre otro de los resultados del estudio.
Sin crédito
El entendimiento de las condiciones venezolanas es parte de lo que explica cómo las empresas privadas lograron adaptarse a la falta del crédito. En especial desde enero 2019, cuando se impuso un encaje bancario mayor en búsqueda de frenar el avance de la tasa de cambio y la banca se quedó con menos dinero para prestar.
Apenas 18% de las empresas privadas venezolanas tiene algún crédito bancario. A pesar de que el crédito es la palanca económica que permite que las organizaciones puedan comprar nueva maquinaria, ampliar su producción o extender su presencia en distintos lugares del país.
“Otra razón de la contracción de las líneas de crédito está relacionada con el crecimiento de la dolarización en un contexto de depreciación del sistema bancario” advirtió el informe.
La solución que encontraron las empresas privadas fue destinar parte de sus ganancias para inyectarlo como capital de trabajo y también para la investigación y desarrollo interno.
Cambiar el empaque y lanzar nuevas presentaciones más pequeñas y mejorar los métodos de producción para hacerlos más eficientes fueron dos de los grandes movimientos que dieron las empresas en el campo de la innovación y que les permitieron seguir en pie en medio de siete años de caída económica y unos tres años de hiperinflación.