Lo que me dice un luchador sindical psuvista

CORREO DEL CARONÍ

PÚBLICO & CONFIDENCIAL/Damián Prat C.

Que nadie crea que no hay muchos psuvistas no sólo honestos sino luchadores laborales de convicción. Si los hay y muchos. No todos son de los que andan disfrutando de prebendas, privilegios y en los “negocios” del poder. Hay muchos que no han dejado de reclamar y luchar. No por oportunismo de un día, sino con autenticidad y en forma permanente. ¿Por qué, entonces, siguen apoyando a un gobierno tan antiobrero? Unos cuantos -me consta- porque se ilusionaron con el discurso. Y el divorcio es duro y traumático. Duro de tragar y aceptar.

Con uno de ellos conversaba en estos días. Analizábamos la ruina de su empresa y la en apariencia inexplicable actitud de Chávez y el gobierno al dar la espalda por años a las necesarias inversiones. Dejándola morir lentamente y de mengua. Desechando hasta los programas de su propio Plan Guayana Socialista. Despreciando la producción nacional para favorecer importaciones.

“Es que ellos dicen que no vale la pena invertir porque la empresa siempre da pérdidas”, me dice.

– Pero eso es absurdo, le digo, si la empresa está mal es porque no produce suficiente. La solución no es dejarla morir de mengua, sino ponerla a producir.

Se sonríe sin ocultar que la sonrisa es amarga.

“Ellos andan en su idea comunista de que los trabajadores somos privilegiados, que así nunca habrá socialismo hasta que todos estemos igualados abajo. Si las empresas están quebradas ellos tienen la justificación para no discutir los contratos colectivos”.

Mi rostro debe haber mostrado desmedido asombro escuchándolo. Yo mismo he dicho y escrito análisis como ese varias veces, pero no es lo mismo que lo diga alguien que está en el PSUV (aunque varios de sus compañeros trabajadores, activistas de la Unidad Democrática, me aseguran que lo ven cada vez mas lejos de allá).

“Tú sabes que es así…”, me dice como en respuesta al gesto que debía tener “…fíjate en Carbonorca, Alcasa o Bauxilum…. ahora los trabajadores luchan para que les paguen la quincena, para sobrevivir…”, insiste, “ya no es para obtener mejoras y progresos… ni siquiera es para que el gobierno cumpla con otros beneficios que se han perdido… así van avanzando en liquidar sindicatos y contratos colectivos… nos van igualando a todos en las carencias y nos dominan. Por eso han llevado a la ruina total a las empresas, para que nadie se sienta con derecho a reclamar”.

Es desolador pensar que no les importa que Venezuela pierda independencia y soberanía, que la dependencia del rentismo petrolero se haga peor que nunca jamás. Que destruyan todo “a sangre fría”, Con cálculo deliberado. Pero es la verdad. La mayoría de los ministros y presidentes de empresas que colocan no tienen la capacidad para los cargos, pero no todo puede ser pésima gerencia e inutilidad. Es un plan.

“Bueno”, le digo, recuperándome, “hay un camino… tú vas a tener que votar por Capriles”, le digo riéndome. Sin dudar ni un segundo me responde: “El voto es secreto. El mío y el de muchos”, riposta sin mostrar emociones.

Conozco varios más que ya ni siquiera se escudan en el secreto del voto. Los veo hablando cada vez más abiertamente. En los medios, en los portones y hasta en el Twitter. El descontento es cada vez mayor. Crece día a día. Hoy con más fuerza porque la oposición democrática tiene una alternativa de poder. No anda perdida en frustraciones y negaciones estériles. Hay una candidatura que habla el lenguaje del progreso y de la inclusión. Del futuro. Hay una enorme fuerza popular en la calle. Eso atrae y potencia el descontento. Ya dejó de ser estéril la rebeldía.

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