El Pitazo
Por Paulo De Oliveira
En estos tiempos la pésima calidad de la electricidad está perturbando sensiblemente la vida de los venezolanos. Sin energía eléctrica asequible y confiable no hay desarrollo económico posible. Hoy debemos admitir que el sistema eléctrico venezolano ya no es adecuado, y en cierto modo es un ilustre sobreviviente del siglo XX. Durante 24 años de hegemonía chavista las inversiones realizadas en el sistema eléctrico se han evaporado. Lo que hoy aún funciona, se debe en buena medida al acierto de los gobiernos y los ingenieros que durante la era democrática sí lograron construir las enormes centrales hidroeléctricas que todavía abastecen el país.
A partir de 1946 se concibió un plan realmente brillante. Siendo Venezuela un país exportador de petróleo, la quema de sus derivados para producir electricidad resultaba inconveniente en virtud del gran potencial hidroeléctrico del país. En consecuencia, durante cinco décadas se consolidó una estrategia de producción denominada “despacho hidrotérmico” que consistió en construir varias plantas termoeléctricas en el eje norte-costero y una gran central hidroeléctrica al sur del país. La interconexión se realizaba mediante líneas de transmisión en alta tensión haciendo posible una gestión económica eficiente de los recursos. Este plan permitió maximizar el uso del agua de los ríos para la generación de electricidad, maximizando a su vez las exportaciones petroleras.
Se han presentado varias propuestas de recuperación del sector eléctrico a considerar una vez retorne la democracia. Tomando en cuenta la severa crisis humanitaria que vive el país, los planes propuestos han sido estructurados con pragmatismo. Las propuestas se fundamentan en la reparación parcial o total de la infraestructura eléctrica existente. Es decir, la restitución del modelo hidrotérmico que hemos conocido.
En el Plan País de la AN se propone invertir $ 2.000 millones en el primer año. Los ingenieros Lara y Aguilar han estimado que se necesitan $ 16.200 millones para recuperar todo el sistema hidrotérmico del país (en el papel 34 GW) incluyendo en esta cifra la reparación de los sistemas de transmisión y distribución. El BID ha evaluado ambas propuestas y ha presentado un documento que menciona $ 7.100 millones de inversión en 5 años. En las conversaciones entre el gobierno y la oposición en México se ha propuesto la utilización de los fondos de la nación en la reparación de algunas termoeléctricas.
Estos dineros son inmensos considerando el pequeño tamaño de la economía venezolana. Los planes enunciados no abundan en detalles. No obstante, dada la magnitud de las inversiones es posible inferir una incidencia tarifaria del orden de 20-40 $/MWh para el restablecimiento total del modelo hidrotérmico. Estos números tienen un impacto fiscal importante si se toman vía deuda y son superiores a los costos nivelados de proyectos nuevos con tecnologías que no requieren combustibles fósiles para operar. Por ejemplo, las plantas fotovoltaicas de La Guajira colombiana fueron adjudicadas en la subasta de renovables de 2019 en 25 $/MWh.
Las ventajas competitivas del modelo hidrotérmico ya no se sostienen. Han ocurrido dos hechos trascendentales cuyas implicaciones económicas comprometen cualquier intento de restaurar ese modelo. En diciembre de 2015 se firmó el Acuerdo de París en el que se establece la descarbonización del sector energético como política pública de casi todas las naciones del orbe. Hemos visto cómo la tecnología solar fotovoltaica se ha vuelto masiva y competitiva con tiempos de construcción muy reducidos. Por otra parte, desde 2019 Venezuela dejó de ser un país exportador de petróleo relevante. PDVSA es una empresa insolvente que no es capaz de abastecer el mercado interno de combustibles. La termoelectricidad una vez restablecida difícilmente podrá contar con los combustibles considerando que la recuperación de la industria petrolera venezolana es aún incierta.
La reflexión necesaria acerca de cómo recuperar el servicio eléctrico en Venezuela debe incluir todos los recursos renovables disponibles abdicando en lo posible de los combustibles fósiles. Este paradigma se denomina Transición Energética. Lo que estamos viendo en el mercado es que el ciclo combinado a gas natural ya no está compitiendo con las renovables a pesar de sus intermitencias. Los países que tienen recursos primarios abundantes están abandonando los modelos térmicos. Podemos mencionar varios ejemplos: Chile, Colombia, Portugal y España.
En Venezuela tirios y troyanos insisten en reparar lo que los demás están abandonando. Con el gas natural y el diésel fuera de la matriz eléctrica, los precios resultantes en un mercado de oportunidad serían más asequibles. Un modelo de despacho descarbonizado contribuiría a la construcción de una economía verdaderamente competitiva con participación activa del capital privado, garantizando la equidad, la sostenibilidad y la seguridad energética del país. Recuperar la exportación de petróleo es deseable, sin duda, pero recuperar el servicio eléctrico es vital para todos.