CORREO DEL CARONÍ
PÚBLICO & CONFIDENCIAL/Damián Prat C.
Los signos y señales que envía el pueblo venezolano están allí, a la vista de todos. Las movilizaciones populares en los mítines de Henrique Capriles han sido, todas, mucho más grandes que para octubre pasado. Y aquellas fueron grandes y entusiastas lo cual explica los casi siete millones de votos de entonces que fueron muchos aunque insuficientes. Esta vez son más numerosas, mucho más. Mérida y Maracaibo ayer. Puerto Ordaz, Margarita, San Cristóbal, Coro, Barcelona, Maturín, Cumaná, Caracas, Valencia. Todas han sido enormes. Sorprendentemente enormes. ¿Quiénes integran ese plus adicional que en ocasiones ha llegado a ser el doble de las de hace 8 meses? Probablemente votantes que el año pasado no estaban motivados y ahora sí. Probablemente algunos que entonces se abstuvieron. Y posiblemente también algunos que votaron por Chávez pero ahora no quieren hacerlo por Maduro y en cambio se identifican con el cambio y Capriles. Bastantes testimonios hay en la calle de esto último. Quizás no son millones este último grupo, pero sí parecen ser algunos cientos de miles.
Ciertamente, un mitin mide la intensidad de una fuerza electoral, pero no lo es todo, aunque en este caso, como sabemos, las concentraciones pro Capriles, se hacen superando obstáculos y remontando adversidades, abusos de poder, atropellos, lo cual les ofrece un valor adicional. En Cumaná, por ejemplo, para citar un caso, Pdvsa (con dineros públicos) alquiló cientos de autobuses pero no para usarlos, sino para impedir que hubiera transporte público el día del mitin de Capriles. Los confinaron al aeropuerto viejo y otros estacionamientos. En Mérida y Táchira trataron de obstaculizar el aeropuerto, crearon trabas en las carreteras de acceso a San Cristóbal y Mérida. En Caracas entrabaron las dos grandes vías de acceso a Caracas desde las ciudades cercanas. Ese día falló, “casualmente”, el Metro. Y así, además de las amenazas de despido a empleados públicos y las campañas de miedo.
En todo caso, además de las impresionantes concentraciones populares, están otros signos que, aunque son subjetivos y difícilmente medibles, no dejan de ser reales. El fervor popular alrededor de Capriles contrasta con el aburrimiento y el sopor que causa Maduro. El video de un chavista decepcionado (está en You Tube y en las redes sociales) dentro del mitin de antier frente a Miraflores es demoledor. Maduro hablaba y nadie le escuchaba. Es penoso. En Vista al Sol el mitin quedó semivacío al poco rato de hablar Maduro y en voz baja (y no tan baja) no eran pocos los que se quejaban o mostraban su desazón con el candidato.
¿El “mandado está hecho”?, entonces. No. Para nada. Hay aún muchos obstáculos qué superar. Estos últimos cuatro días serán duros y difíciles. Los “operativos” de amenazas y atemorizar votantes el domingo se pondrán en función. Todo eso debe ser superado con el coraje de millones. Podría ser, incluso, que todos esos abusos se traduzcan en indignación de otros cientos de miles que así se decidan a votar por Capriles y el cambio. A veces el resultado de los atropellos es el opuesto al que los abusadores esperan. No siempre logran imponerse por el miedo.
El PSUV, cuando Chávez no ha sido el candidato, ha estado siempre alrededor de 5 millones de votos. Ese es el “piso” de Maduro. ¿Puede sacar más votos? No es fácil para él, porque además es muy malo como candidato, pero el brutal uso de los dineros públicos y del ventajismo intentan lograr eso. La “misión miedo” la usan sin escrúpulos. Esas historias tan feas de un supuesto magnicidio están hechas para sembrar miedo, crear tensión y sembrar desaliento. La fiscal deslizando algo sobre “no permanecer en los centros para las auditorías” aunque éstas están claramente señaladas en la Ley, buscan sembrar sensación de que podría manipular los resultados y por tanto estimular la abstención opositora. Y así.
Todo indica que la sempiterna campaña del fraude, estimulada desde el gobierno para obtener ventaja en el abstencionismo de una parte de los ciudadanos opositores, está siendo derrotada. Clamorosamente derrotada. Pero no por eso están dejando de insistir en estos días finales con “apuestas más altas”. El reto está allí para el pueblo venezolano. Tal como los chilenos, en su momento, pudieron derrotar a Pinochet pese a todo el abuso de poder y los atropellos. Como los nicaragüenses vencieron a Ortega. Como la Venezuela del 57 no se dejó apabullar por Pérez Jiménez. Igual se hará hoy con esa oligarquía rojita que se aferra al poder, a los negocios, a la corrupción. Pero hay que tener coraje y determinación. Luce que llegó la hora.