EL UNIVERSAL
El afán constructor hará descender la calidad de vida en la colapsada capital
La prisa por construir viviendas en este año electoral ha sido tan marcada que se ha pasado por alto el tema de los servicios: parece que nadie ha pensado en el impacto que más de ochenta mil nuevas casas (400 mil personas) podrían causar en una ciudad colapsada.
Solo en el municipio Libertador y en el marco de la misión Vivienda se levantan 96 proyectos habitacionales que contienen más de 23 mil viviendas. En Ciudad Caribia solo se han entregado 700 apartamentos en seis años, pero el proyecto habla de 20 mil. Luego están proyectados 23 mil en Ciudad Tiuna y 18 mil en Ciudad Belén, por hablar solo de las mayores.
Todo esto para una ciudad que opera con unas subestaciones eléctricas sin capacidad firme (pues sus transformadores trabajan con sobrecarga permanente), que no ha aumentado su oferta de agua (15 mil litros por segundo) desde que en 1997 se construyó Taguaza, que ahora cuenta con menos estacionamientos (más de cien han sido expropiados para construir viviendas en sus terrenos) y que no ha visto surgir ninguna nueva vía desde que en los setenta se construyó la autopista a Prados del Este.
Aumenta la carga
El ingeniero electricista José Manuel Aller explica que cualquiera de estas anunciadas ciudades socialistas (con alrededor de 20 mil viviendas) necesitaría unos 40 megavatios de energía eléctrica, lo que es igual a una nueva subestación de transformación con dos transformadores de 30 megavatios cada uno (para que pueda tener capacidad firme y no opere al cien por ciento). Luego habría que alimentarla con un circuito cercano: en el caso de Ciudad Tiuna, por ejemplo, podría hacerse la interconexión con la subestación de Papelón, en la Cortada del Guayabo.
Pero no se están contruyendo nuevas subestaciones, por lo que se cargará más el sistema: «Las subestaciones deberían trabajar al 70 u 80 por ciento, pero en la práctica trabajan incluso a más del cien por ciento, lo que deteriora los transformadores. Por eso cuando hay una falla se pueden tardar diez o doce horas en arreglarla. Eso empeorará», dice.
Con el agua sucede algo parecido. En Ciudad Caribia se intentó utilizar una red de veinte pozos subterráneos pero fue un fracaso, pues ni siquiera sirve para surtir a las 700 viviendas habitadas que hay allí. Así que deberán tomar el agua del sistema metropolitano, de esos 15 mil litros por segundo que no varían desde hace 15 años.
«Nadie está haciendo nuevas redes, y en el sistema Tuy IV (en Cuira), cuya inauguración se prometió para estas fechas, ni siquiera han construido la carretera al embalse, apenas están haciendo las fundaciones de la represa. Todos los apéndices residenciales se conectarán a las mismas redes existentes», afirma Norberto Bausson, ex directivo de Hidrocapital.
Orlando Mantovani, vecino de Plaza Venezuela, observa con preocupación un detalle: ninguno de los más de veinte edificios que se construyen en cuatro proyectos habitacionales en la avenida Libertador tiene estacionamiento: «Los pocos que había se eliminaron, y ahora solo queda el del Centro Comercial Libertador. Eliminaron estacionamiento y traerán más carros, no quiero imaginar el caos que se formará».
Leopoldo Provenzali, ex director de Planificación Metropolitana, cree que antes que pensar en mudar a los barrios con programas de reubicación forzosa que han fracasado en todo el mundo y en todas las épocas (tipo ciudades soclialistas), lo que habría que hacer es rehabilitar estos sectores populares. Y que la ecuación debería ser justamente al revés: primero se tiene que pensar en los servicios y después, solo después, en construir nuevas viviendas.
Para él en este campo se está haciendo lo mismo de siempre solo que a una escala gigantesca. Es el error de siempre pero con énfasis: «Desde López Contreras cada desarrollo habitacional fue una isla, nunca el resultado de un plan articulado. Y mira como le va a la ciudad».