CORREO DEL CARONÍ
El candidato presidencial se reunió con dirigentes laborales de las empresas básicas, quienes le entregaron sus propuestas para rescatar el conglomerado industrial de la zona del hierro.
La congestión de las vías era un anuncio más de su visita. Decenas de carros avanzaban en procesión casi fúnebre por el asfalto caluroso de las 5:00 de la tarde, evitando a toda costa el paso por la avenida Paseo Caroní.
Allí, la concentración era poco menos que una toma, con incontable cantidad de vehículos que hicieron de aquel espacio un verdadero estacionamiento.
El sol poniente de las 5:00 de la tarde se colaba por el centenar de banderines de los partidos políticos; de los cientos que cantaban, bailaban, gritaban y coreaban al ritmo de un camión-tarima que ponía el toque musical a la espera del candidato.
– ¡Se ve, se siente, Capriles Presidente! ¡Se ve, se siente, Capriles Presidente! -gritaban los presentes en un coro bailable marcado por los beats de un tecno del “progreso”.
La situación no era muy distinta en la cancha techada del Colegio Gonzalo Méndez. Cuatro gradas llenas de sonrisas y rostros sudorosos acompañaban la colección de uniformes de las empresas básicas de Guayana: trabajadores que asistieron a la asamblea para exponer al candidato la realidad industrial de la zona.
La asamblea fue eso y un poco más. No sólo fue la exposición de motivos de los trabajadores, sino el compromiso de un candidato con el sector laboral de la zona. Con un grupo que aguarda la esperanza de que Guayana puede ser la alternativa no petrolera del país.
Una ola de gritos arropaba el volumen del jingle que sonaba dentro de la cancha. Las cuatro tribunas se pusieron de pie. Todos miraban la entrada del recinto, donde una masa de movimientos bruscos se abría paso hasta la tarima.
De ahí emergió un hombre flaco y de piel caucásica, con la misma camisa azul que luce en los afiches de su campaña. Puso un pie en el estrado: la audiencia se desbordó en un grito. Henrique Capriles estaba en Guayana y llegaba a su asamblea con los trabajadores.
Bienvenida obrera
“Nadie mejor que nosotros conoce la realidad de las empresas”, puntualizó en sus palabras de bienvenida el secretario general de Sintralcasa, Henry Arias. Pronto Capriles, enfundado en una chaqueta de Venalum, escucharía un desfile de planteamientos de representantes sindicales de la CVG, Sidor, Tavsa, Rusoro, Carbonorca, Ferrominera, del sector educativo y de los accionistas clase B.
Antes de ejercer su derecho de palabra, Capriles pidió un minuto de silencio por las víctimas fatales de la tragedia de Amuay. Ya en su alocución, y luego de llamar a la reflexión por catástrofes como esas, el candidato entró en materia con el tema laboral en Guayana.
Criticó los proyectos inconclusos tantas veces alardeados por el Gobierno nacional, como la Ciudad del Acero en el municipio Piar y la segunda planta de tubos de Sidor. “¡Pura bulla! ¡pura bulla!” gritaban los trabajadores que confirmaban la aseveración.
Lo que sí no confirmaron, sino que hasta llegaron a corregir, fueron varias cifras de las empresas, como el déficit de producción, los montos en pérdidas y el vencimiento de los contratos colectivos. Pero las correcciones sólo evidenciaron un mayor deterioro del parque industrial.
“Esa realidad es la que tenemos que cambiar y por eso vengo a decirles que hay un camino para que estas empresas vuelvan a tener esos números”, manifestó Capriles señalando un cuadro comparativo entre el estado de las empresas básicas en 1999 y la situación actual.
Al grano
Su discurso, además de la infaltable persuasión política propia de
una campaña, también trajo anuncios puntuales sobre sus planes con el parque industrial.
“Las empresas van a seguir siendo del Estado, pero bien administradas. Los que decían que conmigo las empresas iban a pasar a otras manos, yo les digo que nuestras empresas van a ser de todos los venezolanos”, esclareció.
También asumió su compromiso de que la CVG será manejada por los mismos guayaneses, sin los “importados” que tanto cuestionan parte de la dirigencia sindical de la región.
La mayor ovación vino cuando Capriles empeñó su palabra no sólo para discutir los contratos colectivos vencidos, sino para pagar los pasivos laborales que se les adeudan al grueso de los trabajadores del sector público… aunque nunca se especificó la forma de hacerlo.
Saludó a todos los gremios presentes y a los que no pudieron estar en la asamblea; no porque no quisieran, sino por militar en otro partido político. Igual se comprometió con ellos y reiteró su posición de gobernar para “los amarillos, los azules y los rojos”.
“Yo no quiero trabajadores jalabolas ni serviles, los quiero al servicio del país”, aseveró.
Pero para lograrlo pidió el apoyo de todos los presentes: “Yo quiero ser presidente para solucionar los problemas de los venezolanos, para que el pueblo viva mejor, pero yo necesito el esfuerzo de todos ustedes para desarrollar este país. No vine aquí a pedirles el voto, yo vine aquí a pedirles que se comprometan conmigo a construir esta Venezuela”.
El compromiso y al promesa electoral siguen a la orden del día después de todo el tiempo de campaña, pero serán las gestiones de los candidatos y el valor de su palabra los que terminen de ganar la confianza del electorado.